sábado, 11 de diciembre de 2010

Instituto Cimas (Lima) -Diana Girón 10:30 am (Día uno)

Hasta antes de que todo comenzara yo estudiaba en un instituto de regular prestigio en la av. wilson. Algunos días cuando me sobraba la plata que me daban para el pasaje pasaba por donde venden dvs piratas y me compraba algunos. Yo, desde hace algunos años amaba las películas de terror. No era como los otros niños que tenían miedo de dormir o pensaban que el famoso "cuco" rondaba bajo la cama. Yo era como bu de monsters inc. Mi género favorito por mucho era el género zombie. Sobre la repisa de mi cuarto descanzaban algunos de los muchos dvs de películas zombie que alcansé a comprar. Cuando tenía quince quería ser científica, siempre las curas de enfermedades me había llamado la atención, sobre todo la del sida, mis papás siempre me decían que en el Perú eso no existía. Cuando terminé el colegio ingresé a una universidad privada. Dos años más tarde, el negocio de mis padres se quemó. Los problemas económicos nos inundaron e ingrese al instituto. El viaje interprovincial que hacía cada día era inevitable. Como fue inevitable lo que pasó ese día. Hasta ahora no podía creerlo. Esto...¿en perú? no, pues no era solo en Perú por lo yo sabía había comenzado en asia. Recuerdo ese día como si fuera ayer. No quiero que esto suene a una historia de guerra o algo así, pero eso pareció. Mis sospechas (que para ese momento consideraba tontas) comenzaron cuando vi una escena extraña cerca de la vía expresa. Al salir de mi casa, tomé el carro que me llevaba siempre. Había humo cerca de una casa pequeña al lado de la vía expresa, cerca del estadio. Parecía ser una cosa de todos los días, de esas que salen por el canal cuatro a las doce del día o peor la de las 10 de la noche, pero no. Pude ver un camión de bomberos, tres de ellos entraron con unas grandes mangueras. El tráfico era insoportable y me quedé con esa vista unos ocho minutos. Los bomberos no salieron nunca, pero salió una niña pequeña, caminaba extraño. Salió sola y miraba a la gente con unos ojos que nunca había visto antes, llevaba un oso en la mano derecha, parecía estar quemada o algo así. Nadie más salió. El camión quedó desierto, por lo menos antes de cuando ya no pude ver nada. Bajé del carro y camine rutinariamente las tres cuadras. Llegué a la puerta del instituto y me acerqué a rodolfo, el portero de siempre. La secretaria veía las noticias con cara de horror, pude ver el canal cuatro, pero eran las once de la mañana, era algo extraño. Las letras frente a la pantalla anunciaban un flash de último minuto. Por lo que mis papás me contaban, esos flashes solo salían en la época de votaciones y en el gobierno de fujimori (cuando el terrorismo inundaba la sierra). Era totalmente extraño para mí que un momento de rara estabilidad en el país, un flash así saliera de la nada. Tenía que ser algo realmente importante me dije. La secretaria comía doritos, su mirada no se despegaba del televisor. No pude preguntarle nada, porque para cuando iba a abrir mi boca... las palabras salieron primero de la anciana que vivía en la casona del frente: CIERREN LAS PUERTAS, ES EL FIN DEL MUNDO. Tenía unos ochenta y tantos años y sus palabras me parecieron un poco disparatadas (por lo menos unos treinta minutos). Rodolfo la miró y rió disimuladamente. En ese segundo, meche (la secretaria), valbuseo: Mierda!! rodolfo enserio, hazle caso a la vieja, te explico ahorita. Las casonas del centro de Lima había demostrado ser muy resistentes por años, así que fuera lo que fuera podíamos estar bien adentro. Atrás de la puerta principal había una de fierro y martha no dudó en ponerla como seguridad. Subimos al segundo piso y uno de los profesores puso las noticias. Mávila huertas estaba nerviosa, ese nerviosismo que jamás muestran los periodistas cuando salen al aire, antes de que pudiera decir cualquier cosa la señal se cortó. Martha había visto algo antes, por la desesperación con la que le habló al vigilante. Sin embargo, en esas dos horas que estuvimos sin decir palabra ni se inmutó. Eramos Rodolfo (el canoso y pequeño vigilante), Martha (la secretaria de unos veinticinco años), dos profesores y unos 13 alumnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario